“Señorita
Laura. La
señorita Laura, así te
llamábamos en el colegio
hace ya más de treinta años.
Seguramente habrás jubilado
y recordarás rostros que se confunden,
nombres que se repiten, te
será difícil acordarte de mí. De seguro
que entre tantos niños hubo varios, si no
muchos, Jaimitos, Jaimes y Jaimotes. Pero yo
quiero que te acuerdes de una mañana en que
dejé sangrando de un puñetazo a una niñita que se
llamaba Luisa. En verdad, yo la había llevado a un rincón del
patio y le había propuesto que pololeara conmigo y ella respondió
con una cachetada que casi me tira al suelo a lo que yo repliqué con un
golpe directo a la nariz. Entonces tú los llamaste a todos y les dijiste lo
que tenían que hacer. Capotera para mañana, fue el grito, pero una bien
especial, ideada por ti.
Al día siguiente, el de la capotear …”