Caluga#16: … un deporte inexorable

Descripción de un deporte inexorable

Lucha de gigantes

Como “lucha de gigantes” se ha hecho conocido, en primera instancia a través de recuentos orales, el legendario deporte que habría comenzado a practicarse clandestinamente alrededor de los comienzos o mediados de los años 70, en algunos barrios de esta capital. Entre finales de ésa década y comienzos de la de los infaustos 80, estarían fechados los escasos documentos que describen combates singulares, que, con algo de esfuerzo de interpretación, vendrían a pormenorizar el carácter de este tipo de contienda deportiva en sus albores.

Sin la pretensión de hacer una descripción detallada de las distintas facetas de este deporte, he de comenzar puntualizando, que se trata de una competencia individual, de una pugna entre dos contendores. Podría describirse este deporte secreto como un pugilato sui generis, donde los antagonistas – llamados gigantes o titanes -, una vez concluido un preámbulo ritual de encuentro, se acercan y se alejan con la intención declarada de entrar en funesto combate. Como relata Alejandro Castillo Sossa 1, en su artículo “La venganza de Iro”:

“Los púgiles parten equidistantemente, avanzando lenta y pesadamente, vistiendo gruesas camisetas de algodón, separados por una distancia no menor a los 100 metros, para encontrarse en un punto central …” 2

Lucha de gigantes, como su nombre pudiera indicar, es un deporte de titanes, de héroes, porque es un deporte del infierno. Se practica en verano, y más allá de eso, es una actividad, que de acuerdo a las reglas esenciales, se debe practicar sólo bajo cierto marco climático: el del verano-infierno3 de nuestra capital. Así, entre las condiciones indispensables para la práctica de lucha de gigantes, se cuenta en primer lugar, el calor fulgurante y seco de una ciudad como la nuestra a no menos de 35 grados, y luego, estos barrios desolados, con su respectiva cancha de tierra desguarnecida al sol, barrios de calles peladas, polvorientas, sin un árbol, sin una cosa verde, y el horario entre las dos y media y cuatro y media de la tarde.

Los púgiles van avanzando hacia el centro de la calle o del peladero, lentamente, apenas poniendo un pie delante del otro, agobiados por el calor, boqueando, hasta quedar a una distancia de unos 90 cm. Los rostros no revelan sino la angustia del tener que moverse a esas temperaturas, un agobio por mantenerse alerta en medio del sopor.

“Estando a una distancia corta el uno del otro, pero todavía fuera del alcance de los brazos, los púgiles, en movimiento tumultuoso, extremadamente lento, comienzan a levantar los brazos y a acortar distancias, señalando a veces, por medio de amagos, la intención de acometerse …” 4

Los movimientos semejan aquellos de los camaleones, estos conocidos reptiles lerdos, que con ademanes imperceptibles, van más bien construyendo las fases de sus pasos, antes que darlos en un sentido estricto. De este modo van los titanes púgiles, armando, erigiendo entre jadeos, y con ojos acongojados por el calor y por el miedo, una suerte de guardia de pugilato, con los brazos esforzados hacia adelante, a media altura, y con las manos desnudas, no empuñadas, sino sueltas, apenas imitando la punta de una lanza. De esta forma van acercándose, dando vueltas en círculos concéntricos amenazándose con esos dedos medio deshilados; remedando en cierta forma, la naturaleza menguada pero inexorable, de los asedios de los muertos vivientes que vemos hoy en día, todos los días y a toda hora en la televisión.

El golpe sórdido

La finalidad deportiva de los angustiados antagonistas es azuzar y extenuar al enemigo con fintas y manotazos de apariencia torpe, con el objetivo preciso de, confundiendo al antagonista, llegar a administrar el llamado golpe Iro,5 o golpe sórdido, un puntazo inmisericorde que ha de ser asestado con la descrita punta de lanza de los dedos, directamente debajo de las tetillas. Los dedos ordenados como punta de lanza, antes flojos, de improviso se vuelven tiesos y llegan duros al punto débil. Un golpe sórdido bien dado, define en la regla la victoria.6

La eficacia del golpe sórdido radicaría en su contraste con el ritmo de la contienda, dado que, en contra de la cadencia general de los movimientos, es este un golpe súbito, un latigazo en medio de una coreografía en cámara lenta. No es el dolor exactamente lo que hace desfallecer, es ese sobresalto en medio de la modorra. El arte consiste en parte, en demorar el ataque, en exagerar la lentitud, engañar, comenzar y no terminar de dar un golpe, retroceder, tentar y, sorprender.

“el lento rondar de los púgiles con los dedos apuntando el torso del contendor en medio del agobio del calor, lleva a un estado de constante zozobra, el esfuerzo por mantenerse alerta, las oleadas de sudor una y otra vez, previendo el golpe, respondiendo a amagos, configuran el dramatismo de esta lucha de héroes” 7

El efecto de este golpe austero –un golpe paradojalmente sorpresivo, tomando en cuenta que es la única certeza que tenemos en este diseño– es siempre devastador y, como señalaba antes, marca casi sin excepción el final de una contienda que puede ser muy larga.
Pero irrecusablemente, en alguna de las rondas y cortejos pugilísticos ha de acontecer: aquella punta roma hecha de dedos, como madera endurecida al fuego, aquel cono sudoroso de uno de los púgiles, se acelera sorpresivamente y va, seco como el aire, a dar contra las costillas del adversario: un estremecimiento final, un lóbrego sobresalto, y enseguida, una expresión de vahído se apodera de las facciones del prevenido, mas no menos sorprendido atleta, el rostro se inunda de un postrero sudor frío, las piernas ceden, se sueltan, todo se le pone negro, y cae, doblado en posición fetal o de rodillas, sobre la polvorienta calle. Es el nocaut sórdido, que priva al luchador de la tensión vital de los miembros, de la voluntad de levantarse del quemante polvo y de la empatía del ciudadano común.

El zumbido sordo de una mosca atontada chocando contra algún objeto en otro rincón del abrasador cuartucho le recordará, una vez medio recobrado el sentido, sobre el gris catre, que ya apuró la copa amarga, que sórdidamente, ha sido noqueado

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  1. Alejandro Aquiles Castillo Sossa, Titán capitalino
    Alejandro Aquiles Castillo Sossa, Titán capitalino

    Alejandro Aquiles Castillo Sossa, Abogado y periodista deportivo. Existe entre los expertos la firme convicción de que sería Alejandro Castillo la identidad real del un legendario luchador gigante urbano, nombre de combate “pélida Akiles”, el que mantiene el récord nacional de tres victorias (tres golpes sórdidos) en una tarde de combate durante el verano 79-80. N. del A.
  2. Castillo Sossa, Alejandro. En “La venganza de Iro”. Revista Espartaco Nr VI, Noviembre 1988 p. 21
  3. Ídem p.22
  4. Ídem p. 24
  5. Casi con seguridad hace referencia al pugilato entre Ulises e Iro, al regreso del héroe a Itaca.N.del A.
  6. Aún cuando se habla comúnmente de golpe sórdido para el puntazo arriba descrito, en rigor reglamentario es el golpe Iro que define una contienda, lo que según los expertos viene a llamarse golpe sórdido. Dado que el golpe Iro la mayoría de las veces decide una lucha, se habla más comúnmente de golpe sórdido. N. del A.
  7. Ídem p.24

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