Así, la pregunta socializadora usual entre los nuevos compañeros era, como primera cosa, por el periplo individual, para empezar a enganchar y echar la talla, nuestra razón de ser jóvenes.
En este río revuelto se encontraba este personaje enigmático, mezcla rara de penúltimo, que a cada una de las inocentes preguntas sobre su manera de dar con sus huesos en Almirante Barroso 1831, contestaba con una mirada ladina, entre tímida y desafiante -una sonrisa chueca, medio socarrona medio miedosa – , algo así como: “y por qué quieres saber?”, “por qué te interesa tanto?”, “no puedo decirte”, etc.
Por lo raro-rarísimo, con sus gruesos anteojos, caminando siempre como de lado, vestido un poco lúgubremente, luego nosotros “los simplones” lo bautizamos
MR X